LA VOLUNTAD
- Vaal
- 26 abr 2018
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POR: José Antonio Marina
La voluntad para hacer cosas no es una cualidad innata en cada uno de nosotros, sino algo que debemos aprender y ejercitar desde la infancia.

Una educación en valores como el esfuerzo, la tenacidad y la resistencia hace que encaremos mejor los problemas.
Al hablar de voluntad, afirmo que “yo decido lo que voy a hacer”. Al hablar de motivación, “el motivo determina mi acción y, si no estoy motivado, no puedo actuar”. Como motivación significa el lenguaje, en lenguaje no científico, “tener ganas de hacer algo”.
No podemos estar pendientes de la motivación para actuar. Imagínense que un día se le estropea un grifo, llama a un fontanero que le hace una chapuza y, cuando va a protestar, el fontanero le dice: “Lo siento, pero ese día no estaba motivado para arreglarle la avería”.
Según las nuevas teorías sobre la voluntad, no es una facultad con la que se nace, sino cuatro destrezas que se aprenden. La primera es la inhibición del impulso. Los niños son impulsivos, y tienen que aprender a controlar su acción. Es un proceso largo y necesario que coincide con el desarrollo de una parte de su cerebro, los lóbulos frontales, encargados de dirigir el comportamiento.
¿Y para que queremos bloquear el impulso si a lo mejor es bueno? Precisamente para eso, para saber si es bueno y debemos seguirlo. Esa es la segunda destreza: la deliberación. Se ocupa de evaluar la posible acción y saber si es adecuada para nuestro propósito. Sobre esa deliberación se adquiere la tercera destreza: tomar una decisión. Decidirse tiene siempre un aspecto dramático, porque hay que dejar algo de lado. Hay muchas personas indecisas que tienen gran dificultad para elegir. Con frecuencia es el miedo lo que dificulta dar ese paso: por eso conviene ayudar a los niños a ser valientes. Una vez inhibido el impulso, deliberado sobre el mejor camino a seguir y tomado una decisión, ¿Qué más hay? Ponerla en práctica, lo que puede significar soportar el esfuerzo. Nos quejamos de que los niños no soportan el esfuerzo, que tienen poco aguante, que no toleran la frustración, pero no nos tomamos en serio educarles en virtudes de la acción: la tenacidad, la perseverancia, el aplazamiento de la recompensa, el aguante, la resistencia.
En las sociedades occidentales había disminuido mucho el umbral de la molestia que se consideraba soportable, y que esta disminución de nuestra resistencia, que demuestra que nuestras condiciones de vida son mas confortables, nos hace muy vulnerables.
Saber enfrentarse a los problemas, desarrollar la fortaleza para hacerlo, forma parte de la educación esencial. Ante un problema que nos preocupa o angustia hay dos posibles posturas: intentar resolver el problema o intentar eliminar el malestar que nos produce. Esta ultima solución no suele ser buena, porque elimina los efectos pero no las causas. Por ello nos parece que educar los grandes recursos psicológicos de la libertad, que son destrezas de la voluntad, tiene un especial interés. Y como se van construyendo desde la primera infancia, nos hemos esforzado en que los padres sepan lo que puedan hacer para que sus hijos las adquieran. Ante las posibilidades que se nos ofrecen.

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